SIDA: la enfermedad de la discriminación |
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Raquel Salinero |
sábado, 05 de diciembre de 2009 |
El pasado 1 de diciembre se celebró el Día Mundial de la Lucha Contra el SIDA, simbolizado con un lazo rojo. Todos los medios y personas de proyección pública se pusieron dichos lazos, simbolizando su solidaridad con el tema y sus ganas de ayudar.
Sin embargo, más allá de lazos y palabras bonitas hay una realidad: una realidad que nos concierne a todos. Y es que, aunque pregonemos nuestra simpatía y nuestro apoyo hacia las personas con SIDA, ¿quién no se alarmaría si tuviera que convivir día a día con un seropositivo?
El SIDA nos da miedo, un miedo atroz que excede lo normal y que muchas veces radica de la ignorancia. El mensaje que los medios transmiten es que el sida es una enfermedad incurable, mortal y, como tal, la sociedad se protege frente a ese mal. Un día se venden lazos, el resto desesperanza. Como una Gripe A que se trasmitiera por el aire, queremos alejarnos del foco del contagio. Pero ese foco son personas que no han hecho nada diferente para tener esa enfermedad. Mañana te puede tocar a ti, y querrás tener ese apoyo social que una vez negaste. La prevención y la toma de precauciones frente al virus no tienen porque suponer discriminación, y muchos menos la justifican.
Origen, contagio y prevención
EL SIDA es una enfermedad reciente. Se descubrió en 1981 en EEUU en un grupo de hombres homosexuales, lo que provocó la satanización de las conductas gays y su asociación directa con el virus. El tiempo y la investigación desterraron estas ideas.
En el Primer Mundo ser seropositivo no es necesariamente una condena a muerte, aunque sí cambia los esquemas de vida. Tendrás que medicarte durante el resto de tu vida y lidiar con la discriminación, que es la parte más negativa de la enfermedad. El virus ataca a las defensas del organismo y hace que éste no pueda combatir otros virus que en una persona sana no son mortales.
Son muchas las personas infectadas por VIH, el virus que provoca el SIDA, pero no todos desarrollan la enfermedad. El contagio se puede producir a través de la sangre, del semen o de los fluidos vaginales. Por ello, una mujer embarazada seropositiva puede transmitir el virus a su hijo durante el parto o en la lactancia. Éste es el aspecto más macabro de la enfermedad, pues los niños son, si cabe, aún más inocentes que los adultos.En el Tercer Mundo, el escaso o nulo control de la natalidad hace que familias enteras sufran SIDA, y la falta de medicamentos y medios, por su carestía, hacen que mueran miles de personas. Es allí donde el SIDA, además de generar rechazo, es un riesgo de muerte.
La mayor arma de prevención es la educación y la información. Practicar sexo de forma segura es el principal reto y lo que más se intenta inculcar, ya que un 75% de los contagios se producen por esta vía. En este sentido, el preservativo es el método preventivo más recomendado. El consumo de drogas inyectadas es también un foco importante de adquisición del virus si se comparten jeringuillas, por eso, junto con la campaña de concienciación se deben facilitar agujas esterilizadas. Actualmente la Comunidad de Madrid realiza pruebas rápidas de VIH. Se realizan en 30 minutos, y si el resultado es positivo se realizará una prueba para confirmarlo.
Responsabilidad de todos
La sociedad tiene la tarea de modificar conductas y adquirir valores. Sólo así, al hecho de ser seropositivo no se le unirán los sentimientos de la culpa, vergüenza, y aislamiento. Como si fueran una bomba de relojería a punto de estallar, el miedo que estas personas infundan se va instalando en ellos, hasta llegar a socavar las fuerzas necesarias para enfrentarse a su realidad. La falta de confianza de la sociedad es la antesala de la falta de fe en sí mismos y, sólo entonces y no antes, el SIDA se convierte en una enfermedad mortal.
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