Juan Antonio Martínez |
miércoles, 07 de octubre de 2009 |
Acaba de iniciarse la tramitación de los presupuestos generales del estado que contienen una importante subida de impuestos a las personas trabajadoras españolas. La coartada básica para ese incremento la proporciona la protección social que promete ZP, el gran iluminado; nada se dice de que esos tributos contribuyen a mantener a las clases parasitarias del sistema socialista de extorsión social, pese a ser éstas los principales beneficiarias de lo público y de la recaudación forzosa.
Aunque el dinero de los impuestos casi nunca llega a los necesitados (sólo alucinando se dice lo contrario), bajo la máscara de la “protección social” se encubre una compra de votos que perpetúa a la casta dirigente del socialismo en el poder, pero no sólo eso. Una parte considerable va directamente a insultar a la cultura española tradicional cuya moral sustenta a quienes trabajan y aportan socialmente. El socialismo destina otra parte importante de la recaudación a mantener el control social, no sólo con manipulación informativa, cultural y educativa, también con persecución policial e, incluso, financiando a un entramado chantajista de colectivos eventualmente terroristas.
Quizá sea mejor pagar tributos a los socialistas para que se mantengan el poder cautivando votos sin necesidad de recurrir a bombas en los trenes o terroristas suicidas. Pero eso tiene un límite y España, la “derecha” española, debería orientar su acción política a distinguir qué parte de lo destinado a la “protección social” que prometen los socialistas procede de sus aportaciones y qué parte proviene de la delicuescente caterva sindical y política del socialismo, de una casta dirigente que no trabaja ni ha trabajado nunca. Al menos para saberlo.
De lo contrario se verá condenada a tener que sufragar de por vida políticas beneficiosas para el socialismo con las que no sólo va a prolongar su intervención, desde el poder, sobre la vida y hacienda de los españoles sino que destruirá el modo de vida de personas nobles y trabajadoras para producir seres genéricos, proletarizados y manipulables, vulnerables a la droga y sin dignidad moral, único modo en que remueve los obstáculos a la igualdad real de clones infrahumanos que no perturben el poder arbitrario de los clanes depredadores.
* Juan Antonio Martínez Muñoz es profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.
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