El botellón, en el punto de mira |
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Noelia Martín |
sábado, 12 de septiembre de 2009 |
El botellón sigue siendo motivo de polémica y preocupación para todos, y más aún tras los altercados de las Fiestas de Pozuelo.
Una de las opciones de más de la mitad de los jóvenes es pasar una noche de fiesta en compañía de un ‘amigo’ que a veces no siempre viene en son de paz. El botellón es una práctica ya habitual entre los jóvenes, convirtiéndose en la actividad preferida de ocio nocturna. Sin embargo, no es la primera vez que los periódicos o los medios audiovisuales recogen disturbios, peleas, conflictos o violencia cuando el alcohol está presente.
Si sumamos la posibilidad de beber más, y la opción de gastar menos dinero en una noche, nos da como resultado el botellón. Una opción con la que los jóvenes pueden permitirse beber un mayor número de copas a lo largo de la noche de una manera más económica. Desde ese punto de vista todo puede parecer razonable, e incluso ventajoso. Sin embargo, toda ventaja suele traer algún que otro inconveniente añadido.
Destrozos, deterioros en el mobiliario urbano, enfrentamientos y vandalismo en las calles, suciedad, malogro del medio ambiente, escándalos y ruido en exceso en horas de descanso son algunas de las consecuencias que produce esta curiosa resaca, en un principio ‘razonable’. El último ejemplo de ello, ocurrido en las fiestas de Pozuelo de Alarcón, convirtió las calles del municipio en un auténtico campo de batalla.
Leyes ‘antibotellón’
Desde 1994, las leyes españolas han recogido algunas restricciones acerca del consumo de alcohol en la vía pública. Algunos de sus artículos recogen principalmente la preocupación por el abuso del alcohol e intentan velar por la salud de los ciudadanos, la tranquilidad acústica y el medio ambiente.
En España, las diversas leyes ‘antibotellón’ intentan reducir el daño causado por el consumo de alcohol entre los jóvenes. Puesto que el alcohol es lícito, las leyes –dependiendo de cada Comunidad Autónoma- pueden actuar de tres maneras distintas:
1- prohibiendo la venta de bebidas alcohólicas a los menores de 18 años
2- prohibiendo la venta de bebidas alcohólicas en supermercados, tiendas 24 horas y otros comercios similares a partir de las 22h –de esta forma, se intenta disminuir la disponibilidad de alcohol a bajo precio durante la noche-.
3- prohibiendo el consumo de cualquier líquido en la vía pública, excepto en las terrazas autorizadas de bares o restaurantes o en lugares habilitados por los ayuntamientos.
En importante preguntarse: ¿Qué es lo realmente perjudicial? ¿El botellón en sí mismo o todo lo que provoca su práctica? ¿Hasta qué punto está regulado hoy en día para que siga siendo un problema? En este punto, no sería una posición en contra del botellón propiamente dicho sino de todo lo que llega a causar a posteriori; y es ahí donde las medidas deben cumplirse y fortalecerse para evitar conflictos que acaben en detenciones, heridos e incluso, en ocasiones, muertos.
‘Botellódromo’
Los datos no fallan. El Ayuntamiento de Granada promulgó en octubre de 2006 una de las leyes que tendría más aceptación entre todos los jóvenes. Recibió el curioso nombre de ‘botellódromo’. Las administraciones clamaron contra el Ayuntamiento popular por otorgar ese nombre a un recinto de 9.500 metros cuadrados donde cerca de 20.000 personas podrían divertirse bebiendo. Y los vecinos granadinos acabaron encantados, sin importarles el nombre que le dieran, porque lo realmente importante es que desde que se creó este espacio, pudieron descansar tranquilos todas las noches.
La presencia de un solar alejado donde pudieran divertirse sin molestar al vecindario no hizo desaparecer las peleas, pero sí que no se molestara a aquellos inocentes que no participaban en las mismas y que su único anhelo era dormir.
Además, en el ‘botellódromo’ el mobiliario urbano consiste en unos cuantos bancos y carpas por lo que, en caso de producirse disturbios, no afectaría a toda la población granadina con el destrozo de marquesinas, papeleras, contenedores, vehículos… El debate está abierto ¿Necesitan los municipios un ‘botellódromo’?
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