| Juan Antonio Martínez Muñoz |
| viernes, 27 de marzo de 2009 |
Los comedores de Caritas están atendiendo a muchos de los marginados y abandonados por el gobierno a consecuencia de la crisis. Al sectario gobierno laicista y radical no le importa que la Iglesia intervenga en esa actividad, que él es incapaz de afrontar, con tal de que no le moleste en las cosas más importantes que le ocupan: promover el aborto indiscriminado.
Tampoco le quita el sueño que la gente normal no pueda comer a diario pero no se olvida nunca de que los titiriteros estén suficientemente cebados y tengan las oportunas dosis de droga para mantener su apoyo, tan rentable electoralmente como económicamente inútil y moralmente pernicioso.
Es posible que estas iniciativas caritativas no puedan resolver el enorme desaguisado económico que produce el socialismo y la mugrienta y extorsionadora maquinaria parasitaria que le acompaña y se beneficia de él. Lo que sí dejan claro es la amplia generosidad del pueblo español que contrasta con la farsa de la política oficial y con las apelaciones a la solidaridad de los que nunca dan nada suyo a los demás pero lo reivindican todo.
Es casi seguro que el efecto alucinógeno de la subvención impide a los radicales ver que en esta sociedad laica a la fuerza lo “público” no está separado de las diversas mafias (negra, roja y rosa) que se benefician del estado a cambio de proporcionar votos a ZP y que tampoco perciban las siniestras consecuencias económicas para los pobres de su lujoso modo de vida.
Pero quizá sería conveniente transformar esa iniciativa y generosidad en tejido empresarial y una organización política que ayudando a los pobres excluya a los parásitos de la economía que viven de la subvención ideológica. Para ello habría que construir un sistema alternativo a lo público, inmune a la acción depredadora de toda esa caterva de desalmados que lo detenta.
* Juan Antonio Martínez Muñoz es profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.
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