Juan Antonio Martínez Muñoz |
miércoles, 04 de marzo de 2009 |
El resultado de las elecciones gallegas ha lanzado un mensaje de optimismo a la derecha española. No sólo suelda supuestas fisuras internas sino que la sabia respuesta del laborioso pueblo gallego ha irrigado savia nueva de ilusión a una España que parecía un barco a la deriva.
Más allá del triunfo político ocasional hay que felicitarse por la capacidad de rectificar el rumbo de un proceso que parecía dirigido a un ambiente tormentoso que auguraba naufragio. Los gallegos han dado una lección importante, no se han dejado presionar ni impresionar por la “investigación” del cazador Garzón que ya se desinfla (mostrando con ello que era un artefacto de cacería, montado exclusivamente para conseguir una influencia electoral que se ha frustrado) y han logrado vencer en las condiciones adversas de una presión mediática sobredimensionada por la fantasía judicial. El pueblo gallego ha discernido políticamente y, con una clara mayoría, ha logrado invertir lo que parecía un proceso desintegrador con una votación masiva que los agoreros y conspiranoicos atribuían beneficiosa para el socialismo.
Debemos felicitarnos porque, ciertamente, el resultado de las elecciones gallegas, y en parte, también, las vascas, permiten abrigar esperanzas de un cambio político, donde no sólo mejore la actividad económica, sino que se restablezca la confianza en las relaciones sociales y la libertad –no sólo lingüística- se fortalezca y proteja de los impetuosos enemigos que la acechan. Esperemos que la derecha sepa aprovecharlo adecuadamente y no haga sólo una gestión económica eficiente sino que proteja y fomente la cultura en la cual germina una economía floreciente y un modo de vida más humano del que el socialismo está dispuesto a tolerar.
* Juan Antonio Martínez Muñoz es profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.
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