El espectáculo Imprimir E-Mail
Juan Antonio Martínez Muñoz   
viernes, 27 de febrero de 2009
Se dice con frecuencia que el espectáculo que está dando la justicia es lamentable y bochornoso. Es completamente ajustado a la realidad, en gran medida porque lo que se llama justicia en los últimos 30 años parece que ha renunciado a cualquier pretensión distinta a la de ofrecer entretenimiento, a la de ser un complemento de las televisiones y de tener el mismo rédito político que ellas; no en vano la televisión suplanta a los jueces en la práctica cuando beneficia al poder.
Hay varios síntomas ignominiosos: El infantilismo de los argumentos jurídicos, adaptados a determinados votantes. La carencia de razonamientos rigurosos que se suple con la recitación entusiasta de los mismos clichés ilustrados, reiteradamente repetidos con diferentes entonaciones, con el máximo entusiasmo y la mínima originalidad. La caricaturización del criminal "malo" y la comprensión con el "bueno-democrático" siempre a favor de poder y sus intereses. La absolución de grandes criminales vía silencio televisivo con oportunidad alternativa de descargo y la condena mediática de inocentes a los que ni siquiera bajo la presión política se atreven a condenar los jueces auténticos. La frenética carrera de los juristas por salir en los medios como sea, siendo que sólo puede ser prestando favores al poder. La sospechosa oportunidad política con que se inician, transcurren y se cierran los procesos...
 
En ese desolador horizonte no puede desaparecer la sospecha de persecución política a gran escala. Si un instructor va a una cacería y cena con un ministro, el comisario de policía y la fiscal encargados del caso permite no considerarlo propiamente un juez, sino su sucedáneo socialista, un chekista, nombre de tortuosa memoria incluso en esta España desmemoriada, pero describe a la perfección algunos aspectos de la praxis en que ha degenerado la Justicia.
 
La catastrófica situación tiene difícil arreglo debido a que no existen ideas compartidas acerca de lo que es la justicia, aunque no parece que esté permitido pensar que por ello habitamos mundos diferentes e incompatibles. No creo, no obstante, que debamos limitarnos a una estéril y permanente queja que también sirve de distracción para reforzar al poder; tampoco a elaborar un imaginario tan idealizado de la Justicia que se vea inalcanzable y permita a los juristas desistir de conseguirla y atenuar la necesidad que de ella tiene el ser humano. Hay que reconstruir un modelo de justicia humanitario, alternativo a esta asfixiante trama de intereses políticos que se oculta tras su fantasma; para ello debe excluir a los beneficiarios ideológicos confabulados en ella y abrirse a la inmensa multitud de personas sensatas y equitativas.


* Juan Antonio Martínez Muñoz es profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.

Este diario no asume como propias las opiniones difundidas a través de las colaboraciones y cartas al director que publica.
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