| El cáncer de la Semana Santa |
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| Elena Valenzuela Guerrero |
| lunes, 24 de marzo de 2008 |
Como cofrade me gusta disfrutar de la Semana Santa tanto como al que más, pero en los últimos años y especialmente en este último, la ciudad se ha visto atacada por un tumor que se extiende rápidamente; me estoy refiriendo a las sillas plegables.
Yo defiendo el uso de estas sillas; son muy útiles en caso de cansancio, sobre todo para las personas mayores o con algún tipo de problema que les impida moverse con la facilidad con la que los jóvenes están acostumbrados y no pueden permitirse pagar un asiento en carrera oficial. Sin embargo, defiendo que este uso debe darse siempre en un lugar que no entorpezca la circulación de los peatones que van de un sitio a otro en busca de las procesiones de las que son devotos
Pero lo cierto es que las cosas no funcionan así. Las personas que dan uso a estas sillas no renuncian a colocarse en primera fila, lo que en la mayoría de las ocasiones provoca avalanchas, accidentes y tapones de decenas de personas que no se pueden mover «ni pá lante ni pá tras».
Nuestras calles en Semana Santa siempre han sido un fluir continuo de personas desordenadamente organizado. El uso de las sillas está llenando nuestras calles de muros que impiden el libre movimiento del público en los sitios y situaciones más inoportunas. Con esto no pido el cese de la utilización de estas sillas pues aunque yo no las utilizo opino que son muy prácticas, sin embargo sí pido un uso más responsable.
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